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NÚMERO 8

Dosier

¿Qué queda en pie hoy del pensamiento de Kant?

La actualidad del filósofo 300 años después

Sócrates en el control de seguridad

2 comentarios

«¿Qué haría Sócrates en el control de seguridad? Tal vez quedarse parado y no dejarse llevar, a diferencia de nosotros. Quizás preguntar para incomodar a la maquinaria», escribe Anna Pagès. Diseño hecho a partir de una ilustración de Gerd Altmann en Pixabay y un dibujo del busto de Sócrates, autor: Kedumuc10, distribuido por Wikimedia Commons bajo licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.

«¿Qué haría Sócrates en el control de seguridad? Tal vez quedarse parado y no dejarse llevar, a diferencia de nosotros. Quizás preguntar para incomodar a la maquinaria», escribe Anna Pagès. Diseño hecho a partir de una ilustración de Gerd Altmann en Pixabay y un dibujo del busto de Sócrates, autor: Kedumuc10, distribuido por Wikimedia Commons bajo licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.

2 comentarios

Platón retrató a Sócrates en movimiento permanente: un nómada hiperactivo, perpetuo escuchador de los decires y haceres en la polis. Sócrates fue el caminante escudriñador, el filósofo que buscó por fuera lo que nunca presumió haber encontrado hacia adentro. El Oráculo dijo: «El más sabio de los hombres es quien, como Sócrates, solo sabe que no sabe».

El no saber se desliza a gran velocidad, hoy más que nunca, bajo el manto de la vanidosa autocomplacencia en marcha.

En esta reflexión voy a tratar de imaginar al circulante Sócrates y su modo de caminar en el contexto del mundo nómada que intentamos humanamente habitar. Algo del orden de la filosofía se desliza en dicha comparación, señalando la pregunta sobre el sentido del movimiento, sus límites y posibilidades, sobre qué significa irse para no llegar, o pretender llegar a otro lado sin moverse de donde uno está.

Avanzar, detenerse

El nómada de la polis posmoderna habita un mundo en hiperactividad: toma el transporte público, el tren, el avión, el patinete, la bicicleta, va de aquí para allá, también camina mucho, porque como establece el eslogan de la biopolítica actual, «quien mueve las piernas mueve el corazón». El nómada está obsesionado por el detenimiento: lo evita, lo transgrede, lo deniega. Cualquier cosa menos el parón a secas, equiparable al inmovilismo pecaminoso.

El Oráculo dijo: «El más sabio de los hombres es quien, como Sócrates, solo sabe que no sabe»

Las maneras nómadas de habitar —de construir— el mundo exigen la condición de no parar. Estar siempre activo, ser asertivo, proactivo, proyectarse al futuro y ser competente, sin quedar atrás, en un bucle de performatividad y optimización constante. Vivir de las encuestas de satisfacción. El nómada no es el sujeto sin domicilio fijo, que deambula sin norte ni brújula. El nómada va hacia algún lugar para no quedarse. Sufre de angustia de detenimiento.

En el diálogo El banquete, tomado como paradigma de otras muchas historias contadas por Platón sobre el perpetuo filósofo nómada, Sócrates avanza con Aristodemo hacia la casa de Agatón, donde tendrá lugar una cena de amigos. En un momento dado, Aristodemo lo pierde de vista: «Me vuelvo y veo que Sócrates no me sigue por ninguna parte. ¿Dónde está Sócrates?». Viene un esclavo y dice: «El Sócrates que decís se ha alejado y se ha quedado plantado en el portal de los vecinos. Aunque lo estoy llamando, no quiere entrar». «Es un poco extraño lo que dices —musita Agatón—. Llámalo y no lo dejes escapar». Entonces interviene Aristodemo: «De ninguna manera. Dejadlo quieto, pues esto es una de sus costumbres. A veces se aparta y se queda plantado dondequiera que se encuentre. Vendrá enseguida, supongo. No le molestéis y dejadlo tranquil».

Sócrates se detiene, abstraído. Aristófanes lo describe en Las nubes como un sujeto con un recogimiento extraño, como una especie de meditación que también se puede interpretar bajo la forma de la catalepsia o el sonambulismo. Es un geek de nuestra época.

Sócrates fue el caminante escudriñador, el filósofo que buscó por fuera lo que nunca presumió haber encontrado hacia adentro

Un falso umbral que atravesar

¿Bajo qué condiciones la filosofía puede hoy convertirse en una versión del nomadismo? ¿Dónde encontrar un umbral para detenerse a pensar, un límite al eterno desplazamiento fabulador?

La imagen de Sócrates en el control de seguridad propone que el detenimiento en el nomadismo contemporáneo funciona desde una restricción externa. La modernidad líquida construye un falso umbral que atravesar. Como Sócrates, inmovilizado y medio catatónico en la entrada de la casa de Agatón, el control de seguridad exige al nómada que se detenga. Pero no es exactamente igual. No procede del interior: es una barrera a la libertad de movimientos.

El mundo contemporáneo recrea un conjunto de umbrales simbólicos para que la gente encaminada hacia algún lugar se vea forzada a parar y obedecer. El control de seguridad implica no pensar ni hablar. Seguimos las consignas. Seleccionamos los objetos (celular, reloj, líquidos, ordenador); presentamos los documentos que nos identifican; nos desprendemos de calzado para quedar descalzos o con un precario peúco de plástico, hay que quitarse el cinturón que sostiene los pantalones (por unos minutos se sostienen con el cuerpo), separamos las hebillas metálicas que podrían sonar al cruzar. Vaciamos los bolsillos, monedas para un café o una revista. Depositamos las cosas en las bandejas, que recogemos después de haber atravesado el aparato de Rayos X y el arco detector. En el control, los miembros de Cuerpos de Seguridad examinan todo. Las personas que viajan se ocupan de seleccionar el equipaje de mano, distinguir qué está prohibido y qué no. No piensan, ponen el cuerpo. Se quedan ahí, haciendo cola. Aunque la persona que espera al otro lado del arco detector haga la señal de avanzar, es una impostura. No se avanza, se cruza un umbral inventado, condición para seguir caminando hacia el verdadero destino. El destino como promesa. Una vez superado el obstáculo, surge la esperanza de un viaje, un reencuentro, un descubrimiento, un amor. A Sócrates le esperaba la rica cena y la compañía de los comensales de la polis griega. Y las palabras que nunca entendía.

El nómada no es el sujeto sin domicilio fijo, que deambula sin norte ni brújula. El nómada va hacia algún lugar para no quedarse. Sufre de angustia de detenimiento

No preguntar, obedecer

¿Qué haría Sócrates en el control de seguridad? Tal vez quedarse parado y no dejarse llevar, a diferencia de nosotros. Quizás preguntar para incomodar a la maquinaria. El nomadismo contemporáneo no cumple su condición de permanente desplazamiento: el control de seguridad es un ejemplo de la proliferación de puntos de detenimiento que impiden avanzar, en el sentido de adquirir una dirección pensada que haga preguntas. Lo esencial, para superar el control, es no preguntar: obedecer. Hay un antes y un después de la exigencia del Gran Otro en el arco detector. ¿Puede la filosofía atravesar el control de seguridad?

Tal vez Sócrates sería hoy un transgresor, como lo fue en la Atenas que le condenó a beber la cicuta. Se pondría a preguntar en el control de seguridad, convirtiendo el detenimiento en una reflexion sobre sus condiciones de existencia. Cosa imposible. El control de seguridad es un ejemplo de la presencia de lo intransitable en el seno del nomadismo contemporáneo. Nomadismo, sí, con control, para que no se escape nada, emulando la actitud de Agatón, que no quería dejar escapar a Sócrates, su invitado pop, para que su cena tuviera más glamur.

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2 respuestas

  1. Avatar de Lia
    Lia

    Para consumar una relación con la realidad debemos pasar una frontera condicionada por dos conocimientos fundamentales, el de la física de todo lo que se encuentra en el escenario y el de las voluntades de los actores, de esta relación nace el relato de la obra(Juicio) y la verificación de la unidad universal, la energía lógica. Esta diferenciación y separación virtual de la unidad obedece a que el Ser se encuentra dentro de la máquina biológica, el espíritu anímico es el que mueve el cuerpo por lo tanto debe comunicarse y entablar una relación lógica para direccionarlo. La frontera es el formato mental que hemos heredado adaptado a un contrato social predefinido sobre la masa para ser dominada por una minoría histórica que posee el capital del conocimiento. El factor natural del Juicio de rectificación fue constituido como un ente exógeno bajo la idea de Dios con el efecto de disminuir el discernimiento de la energía lógica alterando las señales de alerta del cuerpo reprogramando las reacciones. Este efecto impide asentar el Juicio correctamente, el nosotros en el Yo, esto interfiere en la comunicación y relación con la realidad al estar sujeto a un condicionamiento que impide la constatación y somete a una simulación o simulacro de comunicación. De esta incompletud nace la complejidad psicológica al reducirse el cause de la expresión del Ser generando dispersión entre la energía y una lógica equivocada advertida por el cuerpo. De aquí nace la filosofía para rectificar lo simple y sencillo desde la complejidad en donde cada partícula multiplicada de la separación virtual busca el rencuentro con el origen percibido como intuición en cada fractal de sentido. La búqueda del origen común de sentido lógicamente debe cumplir con las condiciones de los dos conocimientos del formato mental y trascenderlos. La lógica de la supervivencia de la maquinaria establece entonces el bienestar desde la materia y la felicidad desde el Ser, trascendiendo en un mismo tiempo el concepto de alimento desde los físico a lo emocional y construyendo el concepto de libertad cuya dimensión se basa en la variedad de lenguajes de expresión y comunciación con la realidad, escenario y actores.
    El proceso de asentamiento del Juicio es la soberanía sobre nuestra máquina en donde asumimos la dirección con responsabilidad y reconocemos sus cómodos automatismos.

    El cause fluido de la complejidad se relaciona con la salud mental en donde las imágenes se deben traducir solo en materia prima creativa, creando los conceptos de economía y ecología mental, desde el discernimiento en los sentidos del pensamiento y de la empatía. El desarrollo de los dos sentidos afina la proyección del futuro y la aplicación al hacer conscientes las redes de la memoria sensitiva. Es natural que la falta de desarrollo de un sentido sea compensado por el otro, la lógica del entendimiento es adaptativa necesita materializar la información verdadera o falsa para que sea vista y comprendida, por lo tanto nombrada, mediante la materia o la ficción, aquí nacen los conceptos de la física y la metafísica para lograr tangibilidad, control y seguridad. Tanto santos como científicos reducen sus laboratorios en ámbitos reducidos y controlados, en donde omiten o niegan información fundamental de lo que no pueden ni se puede controlar. El conocimiento del abanico de procesos anímicos que forman los estados del Ser revelan sus semillas que son los valores del Ser, la verdadera riqueza y seguridad que se puede poseer y que es común y básico en toda comunicación.
    La verdad es energética y lógica y solo se consuma en la realidad, en la vida misma, el sentir se traduce en saber y un solo ejemplo puede contener el resumen de toda una proposición filosófica, es por eso que el ámbito correcto de la filosofía es el arte, la filosofía sin el arte es solo un cuerpo muerto, el arte de la actuación es su ámbito correcto en donde se descubren esas semillas del Ser de las que tanto se habla y que se descubre con un simple beso.
    Es notable como los relatos se montan en la verdad dejándola como sombra o un fantasma, la fuerza de atracción de ese centro imaginario es la que crea el gradiente de seguridad desde la periferia de los sentidos. La fuerza neguentrópica crea la estructura y la entrópica la modifica, ambas se basan en la misma lógica tanto para unir como para desunir dos partículas, usar la fuerza bruta es no reconocer la lógica que utiliza siempre el mínimo esfuerzo, que le vamos hacer, así es la mecánica. ¿Por qué algo tan simple tiene que ser complicado?

    1. Avatar de Santo Job
      Santo Job

      Es tan complicado porque lo explicas complicado. He aquí mi petición y mi reto: explícalo simple.

      Mi abuelo siempre me decía que cuando un vino está bueno la forma de la botella importa poco. Y la del vaso menos. Puedes beberlo a gollete, en un vaso del todo a 100 o en una copa de cristal de Bohemia que perteneció a Napoleón, que ese vino estará bueno de cualquier manera. Pero cuando la forma de la botella es el mayor reclamo…que no te quepa duda: el vino es mediocre.

      ¿Podrías apuntar tus ideas, que realmente me interesan, de tal manera que hasta mi abuela la del pueblo pudiera entenderte? Quizás entonces se revele que algunas cuestiones además de simples son fáciles.

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