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Recuperando la locura

Los psiquiatras Jim Geekie y John Read recogen en su último libro algunas claves para el tratamiento psicosocial de la psicosis. Frente a la estigmatización del concepto de «locura» plantean un uso crítico que permita recoger la experiencia de las personas psiquiatrizadas.

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Reapropiarse del concepto de «locura» es, para los autores de ‘El sentido de la locura’ una postura crítica frente a la monopolización médica de los conceptos, diseño a partir de imagen de ElisaRiva en Pixabay, licencia CC0 (1.0).

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Lo que más llamaría la atención de un libro titulado El sentido de la locura —escrito por Jim Geekie y John Read, dos especialistas en el campo de la psiquiatría, la psicología clínica y la psicopatología— es el uso del término «locura», porque carga consigo un sentido peyorativo e incluso, en la actualidad, evitado por parte del gremio de especialistas de la salud mental.

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El sentido de la locura, de Jim Geekie y John Read (Herder).

Nos enfrentamos así a un libro que desde su título resulta polémico, pero no por ello incendiario. Encontramos en sus páginas una invaluable explicación de términos que, a pesar de ser controversiales, siguen formando parte de la hermenéutica no solo médica, sino sobre todo subjetiva de los pacientes, sus familiares y las personas alejadas a cualquier tratamiento o acercamiento de la psiquiatría: las «personas lego».

De ahí que los autores de El sentido de la locura defiendan que el uso de «locura» —alejado de la intención de estigmatizar— puede ser rescatado como un concepto lego de uso cotidiano, que es comprendido por cualquiera y tiene que ver con el entendimiento de una experiencia de la cual pueda hablarse dentro y fuera de la práctica clínica.

Quizá sí, el usar el término «locura» no deja de ser una postura crítica frente a la monopolización médica de los conceptos. Arrancando la «experiencia de una élite formada por un puñado de expertos en la esquizofrenia y la locura, pasa a ser mostrada como un aspecto de la condición humana en la cual todos podemos opinar, en lugar de como una enfermedad médica con un título oscuro derivado del griego o del latín».

De tal manera, los autores inician su camino señalando la intención de dedicar su obra a las distintas maneras de interpretar la experiencia de la locura más allá de que esta se exprese como psicosis o esquizofrenia, términos que los autores consideran sinónimos e interpretaciones de esa amplia y también subjetiva vivencia de la locura. Esta última, una posibilidad «intrínseca a la experiencia humana, presente en todas las sociedades y en todas las épocas». 

La aportación principal de El sentido de la locura es no dejar de lado las voces que en carne propia sufren una psicosis o una esquizofrenia, la de los pacientes con locura que desde su propia perspectiva tienen una historia que contarnos. Los autores insisten en rescatar como un recurso valioso, único y también clínico, la experiencia subjetiva de los pacientes para entonces poder cumplir con un tratamiento más ético y humanista.

La aportación principal de El sentido de la locura es no dejar de lado las voces que en carne propia sufren una psicosis o una esquizofrenia, la de los pacientes con locura que desde su propia perspectiva tienen una historia que contarnos

Este llamado a considerar las particularidades de cada caso apela a un sentido filosófico, según el cual, siguiendo la línea de la fenomenología, la experiencia inmediata de cada paciente es única y nunca es agotada por los términos o diagnósticos médicos que tratan de explicarla desde una óptica más general. Por ello, escriben los autores:

«Ser humano significa interpretar o ‘tematizar’ la propia vivencia: ser humano es construir un sentido único de la propia experiencia única vivida. La incapacidad de tratar a otro individuo como alguien que comparte esta aptitud es la incapacidad de tratar a esa persona como alguien plenamente humano; no cabe duda de que esta incapacidad no puede servir de base de una práctica médica ética

Es valioso darle prioridad a las experiencias descritas a partir de la primera persona, del «yo» que ha sufrido una crisis de psicosis y es capaz de narrar qué sentía antes, durante y posterior a su crisis, y cómo interpretaba lo que le sucedía, para entonces lograr un seguimiento más cercano a la circunstancia real del paciente. Si bien rescatar la importancia de la experiencia subjetiva de la locura es el aporte más importante de los autores, el libro no olvida las voces que tienen una relación directa con los pacientes, como lo son la hermenéutica de la locura hecha por los familiares, por los médicos, y por las personas lego.

El primer capítulo es de carácter introductorio para después, en el capítulo segundo, señalar de manera muy general el olvido de la experiencia subjetiva de la psicosis y la importancia no solo clínica, sino también humanista, de reconsiderarla en el rubro de la salud mental. El capítulo tercero vuelve a la anterior idea de manera más extensa, y es, considero, el núcleo central de la obra.

Describe las investigaciones que Jim Geekie ha desarrollado en psicoterapia con pacientes, analizando «en profundidad algunas de sus historias personales de psicosis», rescatando así la narrativa subjetiva de cada uno de ellos y así pensar en constructos teóricos que nacerán de dichas narraciones.

De tal manera, en el capítulo tercero, en el cual me quisiera extender, podemos leer descripciones de la experiencia personal de la locura desde la voz de quienes la han padecido. Para ello, Geekie guía a los pacientes de su estudio preguntándoles por los que ellos creen fueron las posibles causas que detonó su psicosis, el modo en que lo afrontaron y el impacto que ha dejado en sus vidas dicha experiencia.

Es valioso darle prioridad a las experiencias descritas a partir de la primera persona, del «yo» que ha sufrido una crisis de psicosis y es capaz de narrar qué sentía antes, durante y posterior a su crisis, y cómo interpretaba lo que le sucedía, para entonces lograr un seguimiento más cercano a la circunstancia real del paciente

Lo anterior lo leemos acompañado de los análisis que los autores plantean al respecto, para finalmente presentarnos tres constructos clave que germinan del estudio de la experiencia subjetiva y nos harán comprender de mejor manera lo común de la vivencia de la psicosis. O, como ellos señalan, para «transmitir la esencia de la experiencia subjetiva de la psicosis».

El primer constructo tiene que ver con la fragmentación-integración del propio yo, que es una experiencia común en la psicosis y hace referencia, en el mayor de los casos, a una sensación de fragmentación del yo, como una vivencia que desconcierta al paciente debido a una desconexión de los distintos aspectos de sí mismo:  

«Se tiene la sensación de que el yo no tiene la cohesión habitual o no encaja igual que antes, como con la experiencia del yo a lo largo del tiempo, en la que se transmite una sensación de falta de continuidad entre el yo percibido actualmente y el yo del pasado, igual que si la continuidad que actúa como sostén de la integridad del yo hubiera sufrido una fractura […] los participantes expresaron la sensación de estar forcejeando con la misma esencia del yo, que describieron como etérea, cambiante e incapaz de proporcionar un asidero firme al que anclarse.»

La sensación de fragmentación también puede experimentarse como una vivencia de desconexión con el exterior y las relaciones interpersonales, como una sensación de sentirse diferente a lo demás y a los demás, o de sentirse imposibilitados a conectar con el mundo o con los otros. O también «de tener la sensación de ser testigos del mundo sin formar parte de él».

El segundo constructo del cual hablan Geekie y Read es el que ellos llaman «validación-invalidación» y tiene que ver con la sensación que tienen los pacientes con psicosis al hablar de sus experiencias, muchos «declararon que una parte del proceso de explicación de la propia historia consistía en luchar contra el sentimiento de ser menospreciados, definidos o invalidados por los demás».

Este constructo trae a colación nuevamente la responsabilidad ética que el médico o el psicoterapeuta deben tener hacia sus pacientes en relación para ayudarlos a luchar contra ese sentimiento de invalidación que los hace sentir nulificados en «su capacidad narrativa (tanto en relación con la psicosis cuanto en sentido más amplio), como si se les negara el derecho a ser los autores de sus propias historias». Al mismo tiempo, dicho constructo también puede referirse a ayudar al paciente a encontrar aquellos pensamientos que sí deban ser invalidados debido a su condición de riesgo, porque pudieran atentar contra sí mismos o los demás.

En este sentido, el constructo de la validación-invalidación hace referencia a la importancia de trabajar con los pacientes en su necesidad de recuperar la confianza en la narración de sus propias experiencias, elaborándola no solo «a efectos de compartirla con los demás, sino también como forma de autovalidación».

El tercer constructo es el espiritual, que tiene que ver con la consideración de las experiencias de psicosis en términos metafísicos o providenciales, es decir, con la tendencia de los pacientes de conferirle a su experiencia psicótica un sentido enseñanza moral o de propósito existencial proveída por un ser que está más allá de las posibilidades físicas.

Escriben los autores que «en general, ello conlleva ir más allá de las explicaciones de la psicosis que la ubican puramente en el mundo material y considerar que la psicosis influye de una forma u otra en la interpretación del individuo con el universo en el sentido más amplio». Esto provoca que el paciente identifique como las causas de su experiencia psicótica a «entidades espirituales externas (como Dios, el Diablo, o sencillamente, ‘espíritus’) o a aspectos no físicos del yo (como el alma)», haciendo depender su narración de condiciones extramundanas y a veces dándole una realidad y un propósito al creer ser parte de dicha experiencia.

El hecho de que un concepto psiquiátrico sea controvertido enseña lo complejo que es, no solo en la mente humana, sino también en el contexto psicosocial, la época y las infinitas posibilidades en las cuales cada individuo se desarrolla, lo cual exige a la práctica clínica un trabajo integral y ético, en el sentido de estar obligados a construir un tratamiento multifactorial para un determinado o particular caso de locura

El capítulo cuarto es un análisis de lo que entienden las personas «legos» (la gente en general) del concepto de locura, aunado a las voces que tienen una relación más directa con los pacientes: los familiares que cuidan ellos. Esto con el objetivo de comprender, desde todas las perspectivas, cuál es el imaginario que se tiene comúnmente de los problemas de salud mental.

En el capítulo quinto se hablará del punto de vista médico y científico sobre la esquizofrenia, sin dejar de lado la óptica psicosocial, sugiriendo así la complejidad del asunto y la necesidad de una mirada integral para acercarse al problema de la esquizofrenia, el mismo que desde dicho capítulo comienza a mostrarse como todo un reto ante las muchas interpretaciones y estudios alrededor del tema.

El capítulo seis es otro de los centrales del libro, porque ahí encontramos el aporte crítico de los autores ante el amplio universo de teorías acerca de la locura. Ellos consideran que es importante librarse de los dogmas de querer, por ejemplo, encontrar el significado «real» de lo que «es la esquizofrenia (un debate cuyo intento de dar respuesta satisfactoria ha fracasado después de cien años o más de andadura)», para así reconocer la naturaleza «esencialmente controvertida» de dicho concepto.

Los autores proponen una actitud de tolerancia y humildad epistémica para pensar en las cuestiones alrededor de la locura. Solo así podríamos pensar de manera más pragmática «qué resulta útil para este cliente [paciente] concreto en este momento concreto». Reconocer que los conceptos de esquizofrenia, locura o psicosis son controvertidos nos dará la posibilidad de una visión más amplia y humanista para cada caso particular, a la par de un tratamiento más adecuado para atender una determinada circunstancia.

Escriben los autores: ¿no será posible que «esta condición controvertida aumente la flexibilidad de nuestras definiciones y, dada la naturaleza cambiante de la sociedad, las haga más útiles que una definición estática, inmutable, e incuestionable?».

Sin duda, el hecho de que un concepto psiquiátrico sea controvertido enseña lo complejo que es, no solo en la mente humana, sino también en el contexto psicosocial, la época y las infinitas posibilidades en las cuales cada individuo se desarrolla, lo cual exige a la práctica clínica un trabajo integral y ético, en el sentido de estar obligados a construir un tratamiento multifactorial para un determinado o particular caso de locura. Sobre el cumplimiento de dichas condiciones y la sugerencia de dicho enfoque trata el último capítulo de El sentido de la locura.

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