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Egon Schiele: ¿quién soy yo?

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Autorretrato, cabeza (1910), se puede ver en la exposición que actualmente y hasta el 14 de enero de 2019 la Fondation Louis Vuitton le dedica a de Egon Schiele, Ömer Koç Photo : © Hadiye Cangókçe

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Se cumplen cien años de la muerte de Egon Schiele. Distintas conmemoraciones –una película sobre su vida, exposiciones en Viena, París y Londres– recuerdan al pintor que respondió con sus autorretratos a una de las preguntas fundacionales de la filosofía: ¿quién soy yo?

Egon Schiele murió el 31 de octubre de 1918 a los 28 años, haciendo bueno el título de uno de sus poemas, Yo eterno niño, que comienza así: “Yo, eterno niño/ seguí sin cesar el paso de los caminantes, y no quise estar con ellos; hablé, y no hablé, escuché y quise oírlos más y mejor, y sondear las almas”.

Para sondear almas agarró el pincel y empezó por la suya. Estamos en la Viena de 1900, que también es la de Freud. Schiele lo conoce, lo lee y es artista, de modo que lo del ego, el yo y el superyo tampoco le resultan desconocidos. Solo que él los lleva a su terreno, los interioriza y declina en sus autorretratos hasta hacer de ellos –es decir, de él mismo– uno de los ejes de su obra. Eso es nuevo. Hasta entonces, nadie se había convertido a sí mismo en la materia, casi en exclusiva, de su propia obra; nadie se había convertido en género. Porque hasta entonces nadie se había retratado de la forma sistemática, obsesiva y dramática en que lo hace Schiele. Esa es su particular exploración artística, su manera de conocer y de conocer-se, su respuesta a la más filosófica de las preguntas: ¿quién soy yo?

Hasta entonces nadie se había retratado de la forma sistemática, obsesiva y dramática en que lo hacía Schiele: él hizo de sí mismo un género artístico

¿Quién es Egon Schiele?

Había nacido en 1890 en Tull, Austria, y creció rodeado de mujeres, pues su padre murió cuando él era muy pequeño. La presencia femenina que le marcaría en esos primeros años fue la de su hermana menor, Gertrud, a quien tomó como modelo, junto con él mismo, en sus primeros cuadros. Ya en Viena recibió formación en la Academia de Bellas Artes. Es la Viena de fin de siglo, la de Freud, la de Adolf Loos, la de Gustav Mahler, y, por supuesto, la de Klimt, al que Schiele tratará personalmente, de modo que ¿a quién le importaba la escuela cuando uno podía visitarlo en su taller? A Schiele desde luego no. Enseguida abandonó la escuela y emprendió su propio camino, tomando el relevo del viejo maestro.

Una vida de película… y de libro

Noah Saavedra da vida al personaje de Egon Schiele en la película dirigida por Dieter Berner,
Noah Saavedra da vida al personaje de Egon Schiele en la película dirigida por Dieter Berner. La distribuye La Aventura audiovisual.

Dirigida por Dieter Berner y protagonizada por Noah Saavedra, la película sobre Egon Schiele –el propio nombre le da título– muestra la vida, la obra, las obsesiones y conflictos, pero también el estado de gracia de uno de los artistas que escribió la historia del arte en el siglo XX. Está basada en una novela de Hilde Berger, cuyo texto fue decisivo a la hora de emprender el proyecto. “He visto unas cuantas películas sobre él –comenta el director Dieter Berner–, todas muy insatisfactorias. La novela de Hilde Berger y la forma en la que se aproxima a la figura de Schiele fue lo que me animó a hacer este proyecto. Sus pinturas me interesaban mucho, pero nunca tuve la idea de hacer la película sobre ellas. Fue cuando conocí la figura de Egon Schiele a través de Hilde Berger cuando la relación entre el hombre y su obra quedó clara. Entonces me interesó: hacer una película sobre qué significan las pinturas de un autor en su propia vida. Para Schiele, pintar era una especie de vida paralela desde el principio”. En español existe también una novela basada en la vida y la obra de Egon Schiele que justamente habla de eso, de vidas paralelas. Se titula La otra vida de Egon, su autora es Pilar Gómez Rodríguez y está publicada en Gadir.

En ese memorable contexto cultural, el eternamente joven Schiele se interesa por todo: la fotografía, la danza, el misticismo, el psicoanálisis… Se interesa, claro, por el amor y el sexo, que explora –lápiz en mano– junto a su compañera, Wally Neuzil, a la que retratará sin descanso. Schiele avanza en el desarrollo de su personal concepto. Los retratados no son los de siempre, esos hombres y mujeres satisfechos de sí mismos que quieren verse en un cuadro a mayor gloria personal. Ni hablar. Los personajes de Schiele se mueven, se vuelven y revuelven, son inestables y transmiten inestabilidad, eso es lo que a Schiele le interesa. Y un dato muy curioso: en la obra de Schiele, el autorretrato no se enmarca dentro del contexto de los retratos, sino al revés; son los retratos de otros –al menos los de su esfera más íntima como los de su hermana o su referida compañera– los que han de pasar por el filtro de Schiele, los que deben impregnarse de la angustia, la tensión, la soledad y el aislamiento que late en sus cuadros. Él dirige la puesta en escena de sus obras como un maniático director artístico. Quiere que sus modelos se giren, se retuerzan, doblen una pierna, flexionen un brazo… Y que se tumben sobre telas de tal o cual color, que vistan esa camisa, que se desnuden, que se levanten la ropa o se la retiren o se oculten… El yo torrencial de Schiele inunda cada una de sus obras tengan como protagonista su figura o sea otro el retratado. Por eso son inconfundibles.

El yo torrencial de Schiele inunda no solo sus propios retratos, sino también los que realiza a otros. Por eso son inconfundibles

Carne de expresionismo

Autorretrato con la mano en la mejilla (1910), de Schiele. En la colección del Albertina Museum, de Viena.
Autorretrato con la mano en la mejilla (1910), de Schiele. En la colección del Albertina Museum, de Viena.

Que Egon Schiele es uno de los nombres clave del expresionismo es bien conocido, pero no está de más reparar cómo su vida y sus rasgos reproducen también los de esta corriente. Adjetivos como histriónico, desmesurado, inestable, rotundo, radical le van bien tanto al género como a la persona. Incluso les es aplicable el horror a la simetría que caracterizaba cierta versión del expresionismo (arquitectónico sobre todo). Una obra icónica en ese sentido es su autorretrato de 1910. Pero ¿es posible que en un retrato no exista la simetría? Es posible y Schiele huye expresamente de las formas simétricas. En la mencionada obra, tira de uno de sus párpados hacia abajo, coloca las manos y los brazos de forma distinta, pero es que ni las cejas ni las orejas forman un par. Schiele experimenta y posa para sí mismo. Sujeto pasivo y activo del expresionismo, ejerce como inventor, actor y modelo.

El eterno retorno del escándalo en el arte

Se cumple un año casi exacto de la polémica que provocó la petición –casi 9.000 firmas reunidas por una vecina de Nueva York– de retirar un cuadro de Balthus del Museo Metropolitan. Teresa soñando retrata a una adolescente con los ojos cerrados y los brazos sobre la cabeza ligeramente recostada en su asiento. Es decir, literalmente sería o podría ser una Teresa soñando, si no fuera porque a Teresa se le ven las bragas. Y porque casi 9.000 almas se fijaron en las bragas de Teresa más que en Teresa, que soñaba. Y dijeron que eso es voyerismo y cosificación de los niños.

“Ninguna obra de arte erótico es una porquería cuando vale por sus cualidades artísticas: se transforma en porquería únicamente cuando el espectador es un cerdo”, escribió Egon Schiele en 1912, durante las tres semanas que pasó en prisión acusado de haber seducido y raptado a una menor. ¿Cuánto le hubiera caído hoy día, teniendo en cuenta que, con mucha frecuencia, niños, adultos y él mismo aparecen desnudos en sus cuadros?

“Ninguna obra de arte erótico es una porquería cuando vale por sus cualidades artísticas: se transforma en porquería únicamente cuando el espectador es un cerdo”. Egon Schiele

Y es que él no distingue entre unos y otros. De igual modo que los retratos de adultos no son en absoluto complacientes, los menores tampoco aparecerán como monos de feria acicalados para la ocasión. Incluso cuando lo están, Schiele les dotará de personalidad, dignidad, relevancia por medio de la expresión. En este sentido, es revelador el cuadro titulado Dos niñas (1911), en el que las pequeñas, muy bien vestidas, esbozan con dificultades una sonrisa hierática. Porque también los niños tienen sentimientos y también se sienten aislados, desgraciados, o muestran sus temores o su indiferencia. La novedad, de nuevo, es que alguien se acerque y se interese por sus “pequeñas” tragedias.

Muerte y mito

La muerte le sorprendió a Schiele cuando la vida empezaba a sonreírle: comenzaba a ser alguien conocido y apreciado en el mundo artístico, se había casado –abandonando a su compañera de toda la vida– y había entrado a formar parte de la burguesía de la ciudad, esperaba un hijo… ¿Qué le hubiera deparado a su pintura esa nueva etapa de su vida? ¿Se habría acomodado o vuelto más convencional? ¿Habría afectado a su obra anterior? Nunca se sabrá. El 31 de octubre de 1918, pocos días después de fallecer su esposa, Egon Schiele moría también. Es extraño relacionar las palabras suerte y muerte y no suena nada bien leer o escribir “tuvo la suerte de morir”, pero quizá fuera así. Lo que está claro es que al mito le sentó bien esa vida que materializó en carne los rasgos del expresionismo y esa muerte tan joven. Diez años de trabajo, de pintura, habían sido suficientes para entrar en la historia del arte. ¿A quién le importa la muerte cuando se es eterno?

Celebraciones del centenario: Viena, París y Londres

Lo suyo es ir a buscar a Schiele allá donde vivió y pintó, a Viena. El Leopold Museum es el que alberga la colección más extensa en cuanto al número de obras firmadas por el pintor. Allí abrió en septiembre la exposición titulada Egon Schiele el espectáculo del aniversario, que se puede visitar hasta el 10 de marzo del próximo año. Pero ¡ojo!, unas obras van a tener cerrado el museo del 5 del noviembre al 5 de diciembre.

El vecino Albertina Museum, también con una ingente cantidad de obras firmadas por Schiele, tiene muchas de ellas cedidas a la Royal Academy of London, donde desde el 4 de noviembre y hasta febrero de 2019 se puede visitar una interesante exposición que confronta los dibujos de Schiele y de Klimt.

Autorretrato con chaleco, de pie (1911) es la imagen de la exposición de la Fondation Cartier. Foto: Cortesía de Ernst Ploil (Viena).
«Autorretrato con chaleco, de pie» (1911) es la imagen de la exposición de la Fondation Louis Vuittonr. Foto: Cortesía de Ernst Ploil (Viena).

La exposición que la Fondation Louis Vuitton le dedica en París destaca por dos motivos. Titulada sencillamente Egon Schiele, el fuerte de esta propuesta son los retratos y autorretratos. En total suman un centenar de obras entre materiales gráficos y pinturas, a los que hay que añadir una serie de paisajes y naturalezas muertas que completan la visión de su trayectoria en cuanto a su progresión y matices. Ese es el primero motivo. El segundo por el que despunta esta exposición sobre Schiele es indirecto. Tiene por compañera en fechas y ubicación otra sobre Basquiat, con la que establece un diálogo sorprendente. Pioneros ambos en sus modos de concebir el arte, muertos los dos a la edad de 28 años, la elección de la pareja que protagoniza el otoño de la Fundación Louis Vuitton provoca un intercambio fructífero, inesperado y muy seductor.

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