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NÚMERO 8

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Dora García: arte en el aire

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Jacques Lacan Wallpaper, 2013. Colección particular. El siquiatra y sicoanalista francés Jacques Lacan es uno de los autores que "acompañan" a Dora García en el día a día de su práctica artística.

El psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan es uno de los autores que, entre muchos otros, "acompañan" a Dora García en el día a día de su práctica artística. La obra es "Jacques Lacan Wallpaper", 2013. Colección particular.

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El arte de Dora García es una experiencia, lo que tú haces de y con él, es una posibilidad. Por eso absténganse de visitar su exposición en el museo Reina Sofía, de Madrid (España), titulada Segunda vez, quienes busquen un punto de apoyo, algo donde centrar la vista o la atención. El arte de Dora García, más que verse o tocarse, se siente, se escucha, se olfatea… Está in the air.

Por Pilar Gómez Rodríguez

Imagínate que caminas distraído, entrando y saliendo de las salas de un museo o centro de exposiciones. Estás en una galería y buscas lo que hay que mirar, lo siguiente… Hay una pantalla delante de ti, donde aparecen cosas escritas, textos a los que no pillas el punto. Te hartas un poco, das un respingo y sacas el móvil distraído a ver si ha pasado algo más excitante al otro lado del cristal. Y entonces en esa pantalla que estabas a punto de olvidar se lee: “Se harta un poco, da un respingo y saca el móvil distraído a ver si ha pasado algo más excitante al otro lado del cristal”. Lo has visto de refilón y no puedes creerlo, sigues a lo tuyo y entonces procesas y vuelves los ojos y, ya sí, los sentidos se tensan, el cuerpo se yergue, con una extraña sensación porque es como si te estuvieran esperando. Y te interrogas: ¿Qué pasa? Narrativa instantánea (2006-2008).

¿Pero qué pasa?

Narrativa instantánea, de Dora García. Un "escribiente" registra las acciones del público, las teclea y aparecen proyectadas en una pantalla.
Narrativa instantánea, de Dora García. Un «escribiente» registra las acciones del público, las teclea y aparecen proyectadas en una pantalla.

La pregunta, tan habitual, casi anodina en cualquier situación, es muy poco frecuente en un contexto artístico. En estos últimos, el espectador entra, ve las obras, las disfruta más o menos, se va. Lo cuenta (hay que añadir ahora). Está todo claro. Demasiado claro. Tediosamente claro. Pero no está nada claro qué hay que hacer o dejar de hacer cuando uno se enfrente a la obra de la artista vallisoletana. ¿Entro o no entro? ¿Toco o no toco? ¿Hago o no hago?

La Sala de Bóvedas, en el sótano del museo Reina Sofía, acoge la instalación Odradek, concebida por García y a la que el también artista Jan Mech ha dado forma… sonido, mejor dicho. En oscuridad casi total, el visitante titubea a la hora de entrar, camina despacio y lo más probable es que choque con ellas, en vez de encontrar, las hileras de asientos dispuestas como en un cine. ¿Qué hay que ver cuando no se ve nada? Hay que oír. Y hay que estar atentos. En las obras de Dora García siempre hay que estar atentos. Los asientos se dirigen hacia allá de donde emerge el sonido y poco a poco, en la inclemente oscuridad, se entrevé una puerta que es una ausencia, un agujero, un vano. Traspasarlo es para valientes, pero todos –valientes y cobardes– andan expectantes. En las películas de miedo es el momento del susto, pero en la vida es el momento (o no) de Odradek, porque Odradek es caprichoso y a veces a aparece y otras no.

¿Qué hay que ver cuando no se ve nada? Hay que oír. Y hay que estar atentos. En las obras de Dora García siempre hay que estar atentos

La instalación toma el título de la criatura fantástica que “habita alternativamente bajo la techumbre, en escalera, en los pasillos y en el zaguán”, protagonista del cuento de Kafka Las preocupaciones de un padre de familia. El atribulado padre de la breve narración la ha visto, la describe, sabe cómo se llama y cómo dirigirse a ella. Tiene que convivir con ese ser extraño, cuya forma, nombre, cuya presencia y su existencia entera son tan irregulares que se convierten en un foco de inquietud y de preguntas. Y hay que convivir con ello, con esas presencias turbadoras que un día se evidencian y que desde entonces no nos abandonan: han venido para quedarse, para inquietarnos y no dejarnos dormir… Las llamaremos Odradek (2018).

 Toca, atraviesa, pisa

Una de las obra de García consiste en falsificar una carta de admiración que Joyce escribió a Ibsen en 1901.
Una de las obras de Dora García consiste en «falsificar» una carta de admiración que un joven James Joyce escribió a Ibsen en 1901.

Una respuesta posible que funciona bien ante la inquietud que puede suscitar la obra de Dora García es hacer lo que uno quiere. Primero, porque si te equivocas siempre hay alguien que te lo va a recordar: “Estos catálogos son los mismos que están fuera, pero no se pueden tocar, que son para los actores. A mí me parece todo un poco absurdo, pero bueno”. Segundo, porque García ya lo ha hecho antes que tú y no habrá problema. Ella construye su obra a golpe de apetencia y de gusto, sobre todo, literario. Las obras de Dora García están llenas de palabras, de autores, de libros. Le deben mucho a la literatura. Y están llenas de preguntas, por eso tienen también su punto filosófico. Y en ocasiones, algo más. La correspondencia entre Martin Heidegger y Hannah Arendt, por ejemplo, protagoniza la obra On reconciliation, que recupera la traumática historia del siglo XX hasta llegar a donde le interesa a la autora: la responsabilidad en la práctica intelectual, otra forma de acometer la tormentosa relación entre arte y política.

Ella construye su obra a golpe de apetencia y de gusto, sobre todo de gusto literario. Las obras de Dora García están llenas de palabras, de autores, de libros, muchos libros

Escritores como Antonin Artaud, Martin Walser, James Joyce –siguiendo un canon un poco marginal, a veces elitista, casi siempre excéntrico– aparecen en objetos como el inolvidable ejemplar de Ulises rebajado en una de sus esquinas; la carta de felicitación falsificada por Dora García que un Joyce adolescente había escrito a Ibsen o la performance Los artistas de verdad no tienen dientes, con el diálogo entre Artaud, Lenny Bruce o Jack Smith sobre la verdadera capacidad del artista de intervenir en su sociedad y su tiempo.

Lo que la mente esconde

Vista de una sala de la exposición Segunda vez de Dora García. Junto al muro empapelado con el lacaniano papel pintado se sitúa una obra de la serie Golden Sentences. Al fondo, la película "La lección respiratoria".
Vista de una sala de la exposición «Segunda vez» de Dora García. Junto al muro, empapelado con el lacaniano papel pintado, se sitúa una obra de la serie «Golden Sentences». Al fondo, la película «La lección respiratoria».

Lacan está bien presente introduciendo uno de los puntos de interés de Dora García en sus últimos años: el psicoanálisis. El francés, en concreto su texto Le Sinthome, inspira la performance La partitura síntoma, mientras un papel pintado con motivos lacanianos ocupa una de las paredes de las salas. La investigación que de la mente y sus tesoros más o menos ocultos hace Dora García es ambiciosa. En ese contexto, no sólo la psiquiatría ha ocupado la atención de la artista, sino los distintos procesos u operaciones mentales capaces de ofrecer cierta vinculación con la mística, la poesía, lo sobrenatural… La psiquiatría y, sobre todo la antipsiquiatría, la revisión del concepto de enfermedad mental, de normalidad o anormalidad… Una de las películas de la exposición, La mayoría marginada, toma como punto de partida la revolución del psiquiatra Franco Basaglia que en los 70 denunció la desposesión (cuando no la vejación) a la que eran sometidos los internos en los hospitales psiquiátricos. Toma el testigo la protagonista Carmen Roll tras su paso por un colectivo de pacientes vinculado a la universidad de Heidelberg que, con lemas como “haz de tu enfermedad un arma”, proponía maneras menos comunes, más creativas y combativas de tratar estas patologías.

Segunda vez, repetición y bucle

Pero la figura que impulsa con mayor brío la obra de Dora García en los tiempos más recientes es la del argentino Oscar Massota. Su nombre lo mencionó por casualidad el amigo de la artista, el escritor Ricardo Piglia, una de cuyas obras, por cierto, inspira una de las performances de la exposición… Vuelta a empezar casi en bucle, pero es que el bucle, la repetición, la circularidad y los lazos invisibles están muy presentes en Segunda vez (tanto en la exposición a la que da título como en la obra en particular). Respecto de ellas, comenta Dora García: “Esta exposición presenta una selección de trabajos realizados del año 1997 al 2018. Han sido articulado como una serie de caminos posibles para llegar a la pieza central, Segunda vez, un largometraje en el que he trabajado en los últimos cuatro años. Segunda vez gira en torno al pensador argentino Oscar Massota, figura que me permite reflexionar sobre las intersecciones e intercambios entre arte política y psicoanálisis”.

El bucle, la repetición, la circularidad y los lazos invisibles están muy presentes en la exposición Segunda vez

Imagen de una de las filmaciones que componen "Segunda vez". Dora García recrea el happening original de Oscar Massota "Para inducir el espíritu de la imagen". De www.doragarcia.net
Imagen de una de las filmaciones que componen «Segunda vez». Dora García recrea el happening original de Oscar Massota «Para inducir el espíritu de la imagen». De www.doragarcia.net

Es más explícita en un artículo publicado en El País en octubre de 2017. En él explica que descubrirlo fue descubrir “algo muy sofisticado, muy inteligente y muy bello”. Él había llegado al lugar que ella andaba buscando. En cierta manera era como si la estuviera esperando… Los temas que trabajó y le interesaron al argentino coincidían con los de García: “El público y su desaparición para convertirse en un performer más; qué es un acontecimiento, y qué significa su repetición, su profecía y el autocumplimiento de la misma; con ecos lévi-straussianos, cómo se construye un relato común, un mito; con ecos cortazarianos, cuál es la relación entre el arte de vanguardia y la conciencia política; la idea de clase social en el arte contemporáneo (…)”. Y ¿qué hizo Dora como parte de su investigación? Entre otras cosas, agarró algunos de los trabajos de Massota, happenings y antihappenings, y los volvió a filmar. ¿Actualización, copia, recreación, homenaje? El helicóptero o Para inducir el espíritu de la imagen forman parte del largo Segunda vez, junto con ficciones como La Eterna o Segunda vez. El título de este último lo saca García de la obra de otro argentino, Julio Cortázar. El escritor llamó así a un cuento enigmático sobre el acontecer de una sala de espera en la que no pasa nada hasta que pasa mucho. La gente aguarda su turno, entra y sale de una estancia donde tienen lugar ciertos trámites hasta que alguien no sale, pero llaman al siguiente. “Ellos, claro, no podían saber que los estábamos esperando, lo que se dice esperando”, comenta al principio del relato uno de los funcionarios de aquel puesto. Es el turno de una mujer que había conversado con el muchacho que no había salido. Cuando entra lo busca o, en su lugar, busca una puerta, una salida por donde haya podido desaparecer… Porque nadie se esfuma así como así… ¿O sí? Quizá sea verdad que “Hay un agujero en lo real”. Golden Sentences (2011-2017).

Museo Reina Sofía. Exposición Segunda vez, de Dora García, hasta el 3 de septiembre. Calle de Santa Isabel, 52. Madrid (España).

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