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Populismo: ¿remedio o enfermedad?

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El populismo ha atravesado la mayoría de los fenómenos y discusiones políticas de nuestro tiempo, pero ¿qué es verdaderamente el populismo? Ilustración hecha a partir del diseño de Clker-Free-Vector-Images, extraído de Pixabay (CC).

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El populismo tiene mala fama. Desde todos los ángulos del espectro político, en todos los programas de televisión y ante cualquier situación, el populismo es descrito siempre como un enemigo de nuestra democracia. Sin embargo, para Luciana Cadahia y Paula Biglieri, autoras de Siete ensayos sobre el populismo, a pesar de esta concepción común, es una corriente política viva, radical y que tiene mucho que decir. En su libro buscan actualizar y defender esta propuesta política. ¿Por qué?

Por Javier Correa Román

FILOSOFÍA&CO - COMPRA EL LIBRO
Siete ensayos sobre el populismo, de Paula Biglieri y Luciana Cadania (Herder).

«Populismo» es una palabra de moda. En 2016, fue escogida palabra del año por la Fundéu y no sin motivo: muchos fenómenos políticos recientes han sido englobados —de una forma u otra, por unos o por otros— bajo esta categoría, desde el Brexit del Reino Unido hasta el ascenso de Trump de Estados Unidos, pasando por Podemos en España. ¿Cómo puede un único término englobar fenómenos tan dispares?

Además, a este uso tan dispar se le ha de sumar una concepción mayoritariamente peyorativa. El populismo, en su uso cotidiano y extendido, es considerado como una forma de hacer política antiliberal, antidemocrática y rayana en lo irracional por su supuesta apelación a los sentimientos. Normalmente se entiende el populismo como la antipolítica, como una forma de engaño social.

Sin embargo, y a pesar de esta extendida concepción, el populismo es una propuesta política muy concreta que dista de la ambigüedad del uso cotidiano. Desde que Laclau y Mouffé formularan su teoría política, populismo no significa solo engaño o sentimentalismo político, sino una forma determinada de entender la vida política. Paula Biglieri y Luciana Cadahia han querido combatir lo que ellas consideran prejuicios, responder críticas y recuperar esta propuesta política —cuyo objetivo es la emancipación— escribiendo Siete ensayos sobre el populismo, editado por Herder.

¿Qué es el populismo?

El populismo que defienden Biglieri y Cadahia es la propuesta teórica que construyó Ernesto Laclau. El primer ensayo del libro tiene como objetivo recuperar esta propuesta, la defienden de sus retractores y actualizan conforme a los nuevos tiempos.

Para Laclau, el populismo revela «la ontología de lo político», es decir, la forma misma de la realidad política. Muestra la forma de construir política en ausencia de fundamentos y sin esencias políticas (bien sean las clases sociales del marxismo o los derechos liberales). El populismo muestra que el núcleo de la política es el antagonismo, el conflicto, y por eso revela la forma de «lo político» al plantear el conflicto en términos de «pueblo» versus «élite».

El populismo de Laclau no busca acallar las diferencias inherentes a la sociedad en una masa indiferenciada llamada «pueblo», sino articular a partir de estas un conflicto que permita emancipar a la mayoría. La lógica del populismo es, siguiendo a su fundador, la lógica de la diferencia. Ahora bien, ¿cómo articular una propuesta que nos emancipe a todos basándonos en la diferencia? La respuesta de Laclau es la siguiente: combinándolo con la lógica de la equivalencia.

«Si la primera se caracteriza por segmentar las demandas y satisfacerlas una a una, la segunda, en cambio, empieza a articular las diferentes demandas entre sí hasta conseguir una cadena de equivalencia capaz de impugnar el status quo y configurar una frontera entre los de abajo (el pueblo articulado) y los de arriba (el status quo)».

En este sentido, para el populismo de Laclau es fundamental el concepto de hegemonía, porque será el discurso hegemónico el que construya el campo de lo político y consiga articular estas demandas dispersas. Así, desde el marco populista, la retórica no solo re-presenta los actores políticos, sino que de una u otra forma los constituye al establecer el marco que permite articular diferencias y alianzas, el marco que politiza o naturaliza agentes y conflictos, etc.

La lógica de la equivalencia tiene un papel clave para poder superar la localidad de las demandas puntuales e impugnar la totalidad del sistema. En este sentido, el horizonte de esta lógica es la construcción del «pueblo», una categoría heterogénea pero articulada que antagoniza con la élite, los poderosos, los pocos. Este pueblo, difuso en su heterogeneidad y contingente en su ser, necesita, y esto también lo recogen las autoras de Laclau, un líder que sirva de símbolo.

En fin, en este primer ensayo las autoras repasan su propuesta. Aclaran malentendidos respecto a posibles lecturas de los textos de Laclau y Mouffe y dedican especial atención a los puntos que luego, en los próximos ensayos, servirán para articular propuestas o desarmar críticas.

Este pueblo, difuso en su heterogeneidad y contingente en su ser, necesita, y esto lo recogen las autoras de Laclau, un líder que sirva de símbolo

¿El populismo es de izquierdas o de derechas?

Después de la introducción a Laclau y de exponer sus intenciones y objetivos, Cadahia y Biglieri se hacen una pregunta fundamental: ¿el populismo es de izquierdas o de derechas? En la concepción cotidiana, aquella que quieren desterrar las autoras, la respuesta está clara: hay populismo tanto de izquierdas como de derechas.

Esta idea según la cual el populismo es una forma sin contenido no solo está presente en el imaginario corriente, sino que es una crítica común al populismo desde diversos sectores académicos o políticos (como por ejemplo algunos autores marxistas). Incluso una de las teóricas más importantes del populismo, Chantal Mouffe, hace esta distinción entre populismos de izquierdas y de derechas. A responder a estas críticas y desterrar esta visión las autoras dedican un capítulo entero:

«La distinción entre populismos de izquierda y de derecha […] Esta diferenciación sería verosímil solamente cuando hacemos del populismo una mera estrategia política. Por este motivo, en el presente ensayo nos interesa explorar con mayor detenimiento cuáles son las dificultades de sostener únicamente la dimensión estratégica del populismo».

Para Cadahia y Biglieri, el populismo es una propuesta política necesariamente de izquierdas porque busca emancipar a los oprimidos. El resto de fenómenos catalogados como populistas en realidad son fenómenos proto-fascistas, reaccionarios y generalmente con querencias autoritarias. El populismo, dicen las autoras, no es una estrategia sin más, sino una estrategia que revela el horizonte de emancipación: la articulación democrática del pueblo para su emancipación.

¿Y por qué se llama populismo a fenómenos reaccionarios? Luciana Cadahia, en una entrevista en El salto, responde así:

«Cualquier fuerza política que ha surgido en la historia, desde la modernidad hasta ahora, y que ha amenazado los poderes realmente existentes ha sido una fuerza estigmatizada. De hecho, en el Manifiesto Comunista, Marx lo dice claramente: las fuerzas de la reacción llaman comunismo a todo lo que temen incluso aunque eso sea de derechas o de izquierdas».

A pesar de estos argumentos, no faltan los autores que afirman que el populismo solo puede ser de derechas. Es más, estos autores (Éric Fassin, Slavoj Žižek o Maurizio Lazzarato) creen que la propuesta populista no es que sea esencialmente de derechas, sino que «trae consigo los peores rasgos autoritarios de la derecha».

Para Cadahia y Biglieri, el populismo es necesariamente de izquierdas porque busca emancipar a los oprimidos. El resto de fenómenos catalogados como populistas son proto-fascistas, reaccionarios y generalmente con querencias autoritarias

Žižek, por ejemplo, lo conecta directamente con el fascismo. Para el filósofo esloveno, la lógica del antagonismo que las autoras populistas reclaman implica que siempre se necesita una «pseudoconcreción de una figura seleccionada como enemiga, el agente singular detrás de todas las amenazas del pueblo». Este antagonismo supone un desplazamiento, un sustitutivo, del verdadero antagonismo, el que preocupa verdaderamente a Žižek: la lucha contra el capitalismo.

A estas críticas, Cadahia y Biglieri responden con una batería de argumentos. ¿Cómo se puede luchar contra el sistema en cuanto tal?, se preguntan las autoras. Para ellas, la lucha política se da siempre en el terreno de lo concreto y, por eso, necesita articularse en torno a demandas y antagonismos específicos: «¿Es posible luchar en contra del capitalismo financiero —o del capitalismo en cuanto tal— sin antagonizar con los propios especuladores financieros de carne y hueso? ¿Es acaso posible encarar una ‘lucha universal’ sin pasar por un particular?».

Žižek afirma, siguiendo con sus críticas, que esta concretización de la lucha esconde algunos problemas psicoanalíticos. Para el filósofo de herencia lacaniana, esta búsqueda del antagonismo es una operación psicoanalítica que consiste en exteriorizar nuestra propia «autonegatividad, ya que proyectamos en el otro aquella fractura o falta que está en nosotras».

En otras palabras, Žižek ve en el núcleo del populismo al verdadero sujeto fascista, aquel sujeto que busca cerrar su brecha, la identidad homogénea, eliminar la diferencia. Sobre estas críticas, las autoras aducen convincentemente que Žižek comprende mal su propuesta, pues no es lo mismo «asumir que la constitución de la identidad política se construye a partir de la relación con lo que se opone —el adversario—» (lo que proponen las autoras) que erradicar al otro para consumar la identidad propia (lectura de Žižek).

Contra esta lectura de Žižek, Cadahia y Biglieri, apoyándose en Jorge Alemán, sostienen que es justamente el capitalismo el que busca eliminar la diferencia, abarcar la totalidad, suprimir cualquier intento de pensar el afuera de sí. El populismo, en contraposición a esto, no buscaría cerrar su falla constitutiva eliminando a las «élites», pues el pueblo es heterogéneo, esencialmente diferente y solo articulado por la lógica de la equivalencia y con vistas a una emancipación común.

Por este motivo, para las autoras la propuesta populista es radicalmente de izquierdas, porque su horizonte es la emancipación y, además, es capaz de articular la diferencia sin eliminarla (en contra de la lectura de Žižek). No hay populismos de derechas y de izquierdas, sino que, según demuestran Cadahia y Biglieri, hay regímenes totalitarios y neofascistas, por un lado, y populismos del pueblo, de la gente, del 99 %, por el otro.

El populismo, en contraposición al capitalismo, no busca cerrar su falla constitutiva, pues el pueblo es heterogéneo, esencialmente diferente y solo articulado por la lógica de la equivalencia y con vistas a una emancipación común

¿Un populismo feminista?

En el último ensayo del libro, Cadahia y Biglieri afrontan una pregunta política decisiva: ¿puede articularse un feminismo populista? La pregunta no es casual porque, para las autoras, lo popular y lo femenino son lugares tanto de la opresión (sedimentada históricamente) como una «posición política (con posibilidades emancipatorias)».

Para acometer tal unión, Cadahia y Biglieri proponen un paradigma «indicista», tomado de Carlo Ginzburg. En el núcleo de esta propuesta epistemológica se halla la lectura de las huellas, una práctica cognoscitiva que permite construir un saber (débil, sin aspiraciones totalizantes) a partir de una ausencia. Este saber conjetural, un saber que califican de «plebeyo», permite a las autoras responder a la pregunta sobre la relación entre lo popular y lo femenino desde una postura epistémica no masculina, no dominante (ni dominadora).

¿Es posible un feminismo populista? La respuesta para ellas es un sí rotundo. Ahora bien, no cualquier feminismo ni cualquier populismo. Para tal conjunción, se necesita un feminismo que no replique la forma de hablar y conocer masculina, un feminismo que entienda que los géneros no son esencias dadas, «totalidades previamente existentes», sino entender lo femenino como lo destotalizador, como un deseo que «saca a la luz la diferencia constitutiva que nos organiza desde dentro».

Pero tampoco vale, para articular lo popular y lo femenino, cualquier propuesta populista. A partir del análisis del lema «ni una menos» y la frase de Cristina Fernández de Kirchner «la patria es el otro», las autoras delimitan claramente qué populismo es el que puede articularse desde el feminismo. Es necesario, se defiende, un populismo que ponga la falta en el medio y que permita articular espacios a partir de esta falta, tejiendo redes a partir del cuidado. Un populismo que entienda la articulación no desde la simple suma, sino desde el cuidado como manejo de la negatividad.

Para las autoras, lo popular y lo femenino son lugares tanto de la opresión (sedimentada históricamente) como una «posición política (con posibilidades emancipatorias)»

Algunas conclusiones

El libro de Luciana Cadahia y Paula Biglieri es un libro sólido y con una clara aspiración militante. Un libro que tiene el valor de zarandear al academicismo europeo, muy perdido a veces en sus propias disputas y obviando los cambios que se producen en el sur global.

Algunos aspectos, sin embargo, quedan todavía en el tintero, lo que hace pensar en un segundo ensayo. Uno de estos aspectos es, por ejemplo, la necesidad de la figura del líder en la teoría populista. ¿Cómo conjugar un hiperliderazgo —cuya función es la cohesión y el devenir símbolo— con un proyecto de democracia radical?

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2 respuestas

  1. Avatar de Miguel
    Miguel

    «¿Alguien en su sano juicio puede negar…?»
    Con esa postura se acabó el debate.

  2. Avatar de Franco
    Franco

    Interesante, pero el análisis de Zizek en mi opinión sigue teniendo vigencia. ¿Acaso la experiencia de Venezuela no demuestra la inclinación del populismo hacia el fascismo? (¿alguien en su sano juicio puede negar que Venezuela es una dictadura cuando desaparecen y asesinan a obreros, lideres y militantes del PC, o cuando desarticulan e intervienen sindicatos?). Me interesa saber la postura de las autoras al respecto de este caso empírico.

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